"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

jueves

¿Quieres saber qué me gusta de ti? Que me rechazaste, que eres delicado, que estás asustado, que eres guapo, que estás fuera, que me provocas ternura, que me excitas, que estás igual de atrapado que yo...




AzulOscuroCasiNegro (2006), de Daniel Sánchez Arévalo

miércoles

De repente me han entrado ganas de llorar. Y no sé porqué. Me he puesto triste de repente, de repente me he sentido sola, como si no hubiera nadie a mi lado, como si nadie estuviera conmigo, como si me hubiera quedado sola. Y de repente he recordado los peores momentos de mi vida, toda la gente que he querido y que ya no está, a la que está y me ha decepcionado, y de él, me he acordado de él, de aquel puto momento en el que decidí echarlo todo a perder, en el que decidí decirle que le quería, aún sabiendo que yo no significaba nada para él. Y de repente sólo tengo ganas de meterme en mi cama y dormir, durante días y días, sin que nadie me moleste, sin que nadie me despierte. Y deseo que cuando mi despierte mi vida empiece de cero, sin pensamientos tristes, sin recuerdos feos, sin personas que se han ido. Lo único que, en estos momentos necesito, es alguien que me abrace y me diga que todo va a estar bien.

viernes

Cuando se hizo de noche, y empezó la fiesta, las risas, la bebida, la música, casi me había olvidado de todo. Había olvidado el dolor, las lágrimas, las palabras feas, las negaciones. Sólo me importaba el momento, disfrutar, olvidarme de él. Y supongo que hubo alguien que tuvo mucho que ver. Cuando se acercó a mi y me agarró la mano no pude evitar sentir miedo. Miedo de volver a sufrir, miedo de que me hiciesen daño otra vez, miedo al rechazo, miedo a las lágrimas, miedo a sentir que nunca nadie me iba a querer.

- Qué guapa estás.

Y qué bonito sonó. Le apreté la mano y me acerqué a él, abrazándole. Y qué bien sentó. Que bonito cuando el me acaricio el pelo, acerco su mejilla a la mía, cuando olí su perfume, y me embriagó, cuando me susurró al oído que se alegraba de verme, cuando noté como acercaba su boca a la mía y, tan tímido como de costumbre, me besaba. Y fue la sensación más bonita que había sentido en mucho tiempo.

martes

Por primera vez en mi vida me encontraba en esa situación. Y no sabía qué hacer. Era algo nuevo para mí. Ahora era yo la que podía acabar con todo, la que podía hacerle daño, la que podía irle rompiendo el corazón en miles de pedacitos sin ninguna pena. Pero no estaba segura de si aquello era lo que quería. Quizás porque ni yo misma estaba segura de lo que sentía.

Miré el reloj: las cinco y cuarto. Habíamos quedado a las cuatro, y yo no me había atrevido a entrar en la cafetería. Pero él seguía allí, sentado en una mesa junto a la ventana, con su vaso lleno y mirando el reloj a cada minuto. Ni una llamada, ni un mensaje. De vez en cuando miraba por la ventana, miraba su teléfono…

Sabía que me estaba portando mal. Sabía que le estaba haciendo daño. Pero de alguna manera quería que pagase todo el daño que el me había hecho a mí. Pero yo no soy tan fuerte como él. Cogí el móvil y marqué su número. Vi como cogía el teléfono y se quedaba mirando a la pantalla. “No contestes, no contestes, no contestes…"

- ¿Dónde estás? –noté la ansiedad en su voz.

- Oye, perdona pero me he retrasado y no voy a poder ir, ¿que te parece si lo dejamos para cuando vuelvas?

Vi desde el otro lado de la calle como se levantaba y miraba al exterior. Y supe que me miraba a mí.

- No me hagas esto, por favor. No quieres hacerlo, no puedes hacerlo.

Tragué saliva y miré hacia la cafetería. Y por más que luchase, que me resistiese, que negase aquello, no pude evitar que mi corazón volviese a dar un vuelco al sentir aquella angustia en su voz.

- Lo siento, pero no quiero que vuelva a pasar, te perdí una vez, y no creo que fuera capaz de soportar perderte una segunda…

- No me vas a perder. Te lo juro.

Las lágrimas invadieron mis ojos y me di la vuelta, evitando que él me viera. Le oí respirar con angustia al otro lado del auricular.

- Escúchame, aunque sólo sea para que pueda decirte lo que quiero, ¿vale? Escúchame una vez y te prometo que desapareceré para siempre.

No fui capaz de contestar, y me quede en silencio, mientras dos lágrimas rodaban por mis mejillas.

- Estoy acabado, ya no sé que hacer, he intentado por todos los medios no sentir lo que siento, porque sé como va a acabar, porque sé que la jodí, la jodí y mucho, y porque sé que no me merezco a alguien como tú. Pero quiero que sepas, que te quiero. Y que aunque te duela decirlo tú también me quieres. Por más que te hagas la dura, e intentes fingir que lo que ha pasado no ha significado nada, sabes que me quieres, y que eso que algún día sentiste por mí sigue en alguna parte de tu corazón. Pero también quiero que sepas que no me importa, y que esperaré, esperaré a que estés preparada para afrontar tus sentimientos, como ya lo estuviste una vez, y cuando seas capaz, yo estaré aquí, porque te quiero, y porque estoy harto de que me duela.

Finalizó la llamada, pero no pude despegar el auricular de mi oído. Me quede quieta, en el mismo sitio, llorando, sintiendo como la muralla que había construido en torno a mi corazón se derrumbaba. Cuando noté unos brazos agarrandome por la cintura, no me hizo falta darme la vuelta.

- Estaré aquí mismo, siempre, a cualquier hora, cualquier día, pase lo que pase. No me voy a ir nunca más.