"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

viernes

La primera vez que fui sola al cine sentía vergüenza. Veía a las parejas comprar su entrada, a los grupos de amigos riendo y comiendo palomitas; parecía que todo el mundo me miraba. La verdad es que ya lo he superado, siempre he sido una persona solitaria. Pero cuando apagan las luces y hay una escena que me emociona y lloro o una en la que me parto de risa, tengo la manía de mirar a mi lado, y una vez tras otra, siempre me encuentro el mismo paisaje desolador: un asiento vacío. Lo cierto es que si no compartes esos momentos , parece que no los hayas vivido.

miércoles

Había ensayado aquella situación millones de veces en mi cabeza. Y en todas yo salía ganando. Pero después de dos años, había olvidado lo débil que me volvía cuando él me miraba con esos ojos azules. Estaba más alto, incluso parecía ya un adulto, se había cortado el pelo, de forma que ya no le caía en bucles a ambos lados de la cara, estaba moreno, y sonreía. Pero había algo que no había cambiado: sus ojos. Eran tal y como los recordaba. Azules y pequeños, con forma de avellana, con sus largas pestañas y brillando de aquella forma tan especial. Y allí estaba yo, de la manera que nunca hubiera deseado que me viera: sola, con chándal, gafas y un moño mal hecho. Cuando le vi torcer la esquina, mi corazón se olvidó de latir durante unos segundos. Unos segundos en los que ambos nos miramos, entre sorprendidos y contentos, unos segundos en los que, todos aquellos recuerdos empezaron a volver a mi cabeza en tropel, a toda prisa, queriendo recordarme que seguían escondidos en algún lugar de mi corazón. Y cuando estuvimos el uno frente al otro, nada de aquello importó. No dijimos nada, y él siguió caminando, rozando su brazo contra el mío, haciendo que cada fibra de mi cuerpo temblase, dejando que aquel perfume me embriagase, dejándome paralizada, sin saber qué hacer o decir. Pero siguió caminando, no paró, no dijo nada, ninguna palabra que pudiera hacernos pensar que volveríamos a mirarnos como en aquellas tardes de verano, ninguna señal que me hiciese pensar que en aquellos ojos azules aún había un brillo que era para mí. Y caminó, sin parar, dejándome allí, sola, con el corazón hecho pedazos, con las lágrimas cayendo de mis ojos y rodando por mis mejillas, y con aquel sentimiento aún latente. Y me maldije a mí misma por no haber aprendido a dejar de quererle.

Querida Nonna,

Llevaba tiempo pensando en cómo empezar esta carta, buscando alguna manera especial y distinta que la distinguiera de las demás. Pero no la he encontrado. Así que simplemente me limitaré a contarte todo lo que está pasando.

Hace ya dos semanas que te fuiste, catorce días, catorce noches en las que al cerrar los ojos no hacía más que acordarme de el último día que te vi sin saber que ya nunca más volverías a reñirme, a corregirme, a reirte conmigo… Y aún no me acostumbro. Y sé que era lo mejor, por que tú no merecías seguir sufriendo, no merecías llevar una vida basada en médicos y preocupaciones. Pero soy egoísta, y me gustaría tanto que siguieras con nosotros.

Por que, después de pasar estos 19 años juntas, aún no sé como decirte adiós. Y quizás es porque no quiero aceptar el hecho de que, cuando entre en tu casa, no estarás sentada en tu butaca, con tu mantón echado sobre los hombros esperando recibir un beso. Y me duele, me duele mucho, pensar en todo lo que ya no vas a ver, las cosas que te vas a perder, las Navidades que no vamos a compartir, los primeros pasos de Vera, los cincuenta de Edi… Has compartido toda mi vida, eras un motor dentro de ella, y ahora mi energía no es capaz de recuperarse.

Y quiero decirte gracias, gracias por todo. Gracias por toda la sabiduría que me has dado, que nunca nadie llegará a superar; gracias por todas tus historias, por compartir tus recuerdos conmigo, fueran tristes o alegres; gracias por haber sido una abuela distinta, porque eras discreta, y siempre me guardabas los secretos. Pero sobre todo, gracias por lo que me has enseñado, gracias porque, gracias a ti, he aprendido algo que nunca olvidaré, y es las ganas de luchar. Tú has luchado toda tu vida contra todo, sabiendo que si lo hacías, conseguirías lo que querías. Y eso es lo más valioso que yo me llevo de ti, Nonna.

Así que, ahora, estés donde estés, allí arriba, espero que estés observándonos, y que te des cuenta el hueco que has dejado, y que nunca nadie sustituirá, y que nos cuides a todos, y que algún día, vengas, y te despidas, pero no con un “adiós”, sino con un “hasta luego”. Por que si dijera adiós, sería como borrar todos aquellos recuerdos que me has dado. Así que sólo cerraré los ojos y me acordaré de que compartiste algo conmigo, y que, aunque de una forma, no pueda, yo te estaré abrazando todas las noches, dándote un beso antes de irme a dormir, y, una vez más, agradeciéndote todo lo que has hecho por mi.

Te quiero muchísimo, y te echo mucho de menos,

Irene

sábado

Cuando a veces las hojas de papel y el lápiz con el que solías escribir dejan de ser útiles, es mejor explicar con tu propia voz la verdad que tanto tiempo habías escondido.

lunes

Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos… Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella…

Y dicen que hay un segundo amor, una persona que perderéis siempre. Alguien con naciste conectado, tan conectados que las fuerzas de la química escapan a la razón y os impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejaréis de intentarlo… Os rendiréis y buscaréis a esa otra persona que acabaréis encontrando.

Pero os aseguro que no pasaréis una sola noche, sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más… Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estabais leyendo esto, os ha venido su nombre a la cabeza.

Os libraréis de él o de ella, dejareis de sufrir, conseguiréis encontrar la paz (le sustituiréis por la calma), pero os aseguro que no pasará un día en que deseeis que estuviera aquí para perturbaros. Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.


Paulo Coelho