"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

domingo

Más rápido, más lento. Con calma, con fuerza. Arriba, abajo. No pares. Un beso, y otro, y y otro; infinitos. Una mirada. Una sonrisa. Y un abrazo. Manos que se cogen. Dos corazones latiendo enamorados.


Cuando la miró a los ojos supo que algo no iba bien.
- Dime, ¿qué te pasa?
Ella le miró y en sus ojos el pudo ver reflejado todo su miedo.
- ¿De qué tienes miedo? - le preguntó.
Ella se dio la vuelta pero él la abrazo y le beso la mejilla.
- Sabes que puedes contármelo...
Cuando ella se dio la vuelta, escondió la cabeza en su pecho. Él sonrió.
- ¿Quieres saber cuál es mi problema? -susurró ella.
- Por favor.
Tomó aire y le miro a los ojos.
- Que estoy asustada, que tengo miedo; siempre lo he tenido. Miedo a que me pase algo, miedo a perder a las personas a las que quiero, miedo a tropezar y hacerme daño, miedo a decepcionar a alguien, miedo a no ser fuerte, miedo a enamorarme, miedo a llorar, miedo a reír, miedo a equivocarme, miedo a no elegir bien, miedo a que un día el mundo se acabe y no haya hecho todo lo que tenía que hacer.
- Y ahora, ¿a qué tienes miedo?
- Tengo miedo a que nunca me quieras cómo yo te quiero, miedo a que te vayas y nunca te vuelva a ver, miedo a decirte esto y tú me tomes por una niña, miedo a que me rechaces, miedo a mirarte a los ojos, miedo a que me sueltes la mano y todo se esfume...
- No te preocupes; yo nunca te soltaré la mano.

viernes

Esa mañana me desperté con un mal sabor de boca; había dormido mal, y cuando levanté las persianas llovía. Y eso fue el comienzo del peor día del resto de mi vida. Sonó el teléfono, me pareció más bien que el demonio llamaba a mi puerta. Levanté el auricular y sólo oí un llanto quebrado, desgarrador, una señal que me hizo darme cuenta de que todo había terminado.


Nunca más volvería a ver aquella sonrisa en su rostro, nunca más volvería a besar aquellas mejillas, a revolver aquel cabello azabache, nunca más volvería a tumbarme a su lado y a quedarme mirándola hasta que ella me enseñase la lengua o intentase tirarme del pelo.


En sólo veinticuatro horas mi vida había cambiado. Había pasado de tener un buen comienzo de año, con mi familia, mis amigos, una vida tranquila, sin más preocupaciones que los exámenes... a de repente encontrarme con que miles de corazones se morían de dolor.


Ese día me dormí abrazada a mi almohada, húmeda, completamente empapada por mis lágrimas, y esa noche soñé con ella, soñé que me despertaba saltando sobre mí, que se tiraba sobre mí y que, con esa sonrisa, se despedía de mí para siempre, dejando ese hueco en mi corazón y diciéndome con la mirada: "Estaré siempre contigo".