"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

lunes

“Este es el cuento más bonito del mundo” decías. “Este es el cuento de una princesa y un sapo” y te reías. “Este es un cuento con un final feliz” me mentías. Que el cuento más bonito no trata sobre una princesa y un sapo, ¿sabías? el cuento más bonito del mundo es siempre el más triste, el que te hace llorar, el que te rompe el corazón en mil pedazos, el que te hace sentir cosas que nunca antes pensaste que sentirías. ¿Una princesa y un sapo? Las princesas llevan largos vestidos rosas, son rubias, y viven en palacios. Yo visto con tenis y vaqueros, tengo el pelo castaño y vivo en un piso del barrio. ¿Sapos? Son verdes, están mojados y tienen la lengua larga. Y tú no eres un sapo. ¿Finales felices? Eso no pasa. Nunca han existido los finales felices, y tampoco nadie quiere que existan, porque supone despedirse de algo o de alguien.

“Este es nuestro cuento, nuestra historia. Es la más bonita del mundo, tú eres la princesa, yo soy tu sapo, y tiene el final más bonito del mundo” Cuéntame mejor una peli de drama, que no existen ni príncipes, ni princesas, ni ranas, son tristes y grises, y al final todos acabamos llorando. Cuéntame algo real.

sábado

“Eres mi sensación favorita”

Porque siento que cuando estás cerca, lo imposible se vuelve posible. Porque no importa que la mayor parte del tiempo nos enfademos, gritemos e insultemos, por que lo más bonito son las reconciliaciones, que bien lo sabemos nosotros. Porque oigo tus pasos y mi corazón sigue su ritmo, y empieza a latir cada vez más rápido, a medida que te acercas corriendo hacia mí, para taparme los ojos y, como un niño pequeño, preguntar: “¿Quién soy?”. Porque descubrir un lunar nuevo es como encontrarse con otro planeta en la Vía Lactea: el mayor descubrimiento del mundo. Porque puedo contar una y mil veces tus pestañas, y olvidar cuantas son para, la mañana siguiente, acurrucarme a tu lado y volver a contarlas. Porque me encanta ese olor a tabaco y a café que tienes, que son dos cosas que odio, pero que en ti se vuelven los mejores olores de este jodido mundo. Porque me guiñas un ojo, y siempre es el mismo, y sólo lo haces conmigo, y no sabes como me gusta que seas tan chulito. Porque me dijiste que te gustaba la cerveza, y yo te dije que la odiaba, y prometiste dejar de beberla para que tu boca no supiera a nada. Porque subimos juntos a Notre Damme y contamos las gárgolas que allí vivían, y te reíste y me dijiste que eran infinitas, como el tiempo que querías pasar conmigo. Porque estás guapísimo despeinado, pero prefieres ir engominado, que me da igual, mientras sigas dejándote ese brillo tan especial. Porque nos despedimos, y oíste como lloraba, porque te acercaste a mi y me abrazaste y me prometiste que no iba a pasar nada. Porque te creí, y lo sigo creyendo. Y porque me dices que pase lo que pase, lo nuestro no fue un cuento.

Estábamos los dos juntos, en una habitación, tumbados el uno al lado del otro, abrazados. Yo escondía mi cabeza en su pecho y el me acariciaba el pelo. Debíamos llevar así horas. Pero, ¿qué importaba? Cuando estaba con él los días se convertían en segundos. No hablábamos, sólo nos mirábamos, nos acariciábamos, nos besábamos… Las sensaciones más maravillosas del mundo. Y el me susurraba al oído, con esa voz tan dulce que tenía. Y yo me sonrojaba, y me reía, y volvía a besarle, azorada pero feliz, más feliz de lo que nunca había sido. Rogaba para que aquel momento no terminase nunca, para que pudiésemos quedarnos así toda la vida, que ojalá siempre me quisiese tanto como yo a él, que no se apartara de mí, que me ayudara como mi mejor amigo, y me protegiera. Y cuando me miró a los ojos, esbozó esa sonrisa, y me besó, cerré los ojos, dejándome llevar, queriéndole más que nunca, agarrando fuertemente su mano, y deseando que todo aquello fuera real.

Cuando me desperté supe que nada de lo que había soñado era real. Todo un sueño, un sueño maravilloso y fantástico, una fantasía, la mía, que nunca se haría realidad.

martes

Aquella vez, sus manos, su voz, todo él temblaba. Estaba helado, completamente pálido. Aterrorizado. Sin embargo, no huyó de mí... Se agarró a mí. Él sabía que si me soltaba la mano, que tal vez nunca volvería a acercarme a él. No se llevó todo mi dolor, tampoco logró cerrar las brechas de mis heridas. Pero eso no era lo importante. Lo más importante en ese momento es que se quedó a mi lado. Alegrándose por cosas insignificantes, disfrutándolas tanto, sonriendo con esa expresión de felicidad. ¿Por qué? Debería pensar más en sí mismo. ¿Por qué es así?¿No se da cuenta de que así está en desventaja? Parece tonto, no tiene ninguna habilidad. Pero no vale la pena pensar en cosas así. Estoy segura de que él nunca se preocupó por eso. Todo el mundo cree que es un idiota. Cierro los ojos... ¿qué es lo que veo?

Te quiero, te quiero tanto. Así, tal como eres.

¿Cuando empezó? Cada vez que tú lo pronunciabas sentía que mi nombre sonaba de manera distinta. Si algo te hacía reir, no me importaba repetirlo hasta la saciedad. ¿Desde cuándo he estado pensando en esas estupideces? ¿Cuando empecé a quererte tantísimo?

jueves

Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos... Pero la princesa se aburría. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba brincos y hacía piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento.
"¡Bravo, bravo!" decía la princesa aplaudiendo y sin dejar de reír, y el enano, contagiado de su alegría, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido. "Sigue saltando, por favor" dijo la princesa. Pero el enano ya no podía más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos.
Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla, convencido de que ella se iría a vivir con él al bosque. "Ella no es feliz aquí" pensaba el enano, "Yo la cuidaré y la haré reír siempre". El enano recorrió el palacio, buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él había un monstruo que lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes. El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.
"¡Ah estas aquí, qué bien! Baila otra vez para mí, por favor". Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso. "Ya no bailará más para vos, princesa" le dijo. "¿Por qué?" preguntó la princesa. "Porque se le ha roto el corazón". Y la princesa contestó: "De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazon"

sábado

Era de noche ya y hacía frío, mucho frío. Ese frío de invierno, que te congela hasta la punta de los dedos, que te hace temblar y desear beberte una taza de chocolate caliente. Pero no temblaba por eso. Sentada en aquel banco, mientras las hojas de los árboles querían decirme algo pensaba en él. Y en todo lo que había pasado. O en lo que no había pasado. En lo que nunca pasaría. Definitivamente pensaba en él. Y cada vez que lo hacía, ese frío invernal se metía dentro de mí y me hace estremecerme, ponía mis pelos de punta y hacía que tuviera más ganas de encerrarme en mi habitación y no volver a salir nunca. Pero estaba allí, a miles de quilómetros de mi casa, frente a su casa, perdida en la gran ciudad, con poco dinero en el bolsillo y demasiadas esperanzas en el corazón. Aquello había sido una locura. Una de tantas ,claro, pero no me iba a echar atrás, no ahora. Busqué su nombre en la agenda del móvil y llamé. Vi como se encendía una luz en la casa. Mi corazón dio un vuelco.

- ¿Diga?

Contestó al teléfono como lo recordaba. Tan natural, tan espontáneo, con aquella simpatía natural y con aquella voz tan dulce. Me quedé callada al otro lado, sin saber qué decir.

- ¿Hola? ¿Hay alguien?

No sabía qué decir, qué hacer. Cómo reaccionaría él, cómo lo haría yo…

- Si esto es una broma no tiene ninguna gracia, así que voy a colgar…

- ¡No cuelgues!

Reaccioné sin pensar. Y ya no había vuelta atrás.

- ¿Quién es? –noté la inquietud en su voz.

- Soy yo. –esperaba que reconociese mi voz.

Se hizo el silencio al otro lado del auricular. Oí el jadeo de un risa y entonces noté como volvía al teléfono.

- Perdona, es que no escuchaba nada y me he enfadado un poco. ¿Cómo es que me llamas por teléfono? Habría sido mejor hablar por chat.

- No puedo usar el chat. No estoy en casa. Y necesitaba decirte algo muy importante.

- ¡Eh, no me digas que al final vas a venir! ¡Será genial, quiero enseñarte toda la ciudad!

- Ya estoy aquí.

Mi voz sonó asustada, pero segura. En el momento en que lo dije quise volver a atrás, pero sabía que ya era imposible. Tenía que decírselo. Era ahora o nunca.

- ¿Quieres decir aquí en la ciudad? ¡Cómo no me lo habías dicho! ¿Hace mucho que llegaste? ¡Oh, estoy deseando verte!

- Mira por la ventana.

- ¿Qué mire por la ventana? ¿Qué quieres decir…?

Su frase quedó inconclusa cuando me vio en la calle. Su cara de sorpresa no era mayor que la mía de asustada.

- Por favor, no cuelgues, y no salgas, sólo quiero decirte algo y me iré.

Vi su expresión de sorpresa se iba haciendo mayor pero aún así asintió y no dijo nada.

- Cuando nos despedimos en verano y volvimos a nuestras casas, noté como si me faltase algo. Me sentía extraña no levantándome todos los días y desayunar contigo, o no acostarme sin que antes me dieras las buenas noches. Han sido tres meses muy raros. Pero sobre todo ha sido así porque no te dije algo muy importante y es algo que no se puede quedar dentro de mí, porque me está destrozando día a día.
> Desde el primer día que te conocí me pareciste alguien increíble. No sólo porque seas divertido o inteligente, sino por tu manera de ver el mundo, de entenderlo. Nunca había conocido a alguien como tú y eso me atrajo de una manera que no puedo explicar. Y en esas semanas que vivimos juntos me fui acostumbrando a ti. A ver tu sonrisa a todas horas, a escuchar tu risa, a tus abrazos, a escuchar canciones juntos… Fue lo mejor de ese viaje, te lo juro, y doy gracias al día que decidí hacerlo. Pero no es por esto por lo que he soportado dos horas de viaje y miles de quilómetros. Es porque quería decirte que, si me he sentido así durante estos meses, ha sido porque tú no has estado a mi lado, porque he echado de menos cada día tu sonrisa, tu perfume, tus ojos, tu pelo. He echado de menos escuchar tu voz, que parece que se ha convertido en mi sonido favorito. Te echado tanto de menos que ahora que te lo he dicho no sé qué hacer o cómo mirarte a la cara, no sé si quedarme aquí o dar media vuelta y echar a correr. No sé si vas a reirte de mí o a llamarte loca. No sé si querrás seguir hablándome o no. Sólo sé que te quiero, y que te he querido durante estos tres meses y que he deseado cada día que tú también me quisieras.

Me quedé sin aliento y noté como se me formaba un nudo en la garganta. No era capaz de mirarle. No quería ver la burla en su cara, la sensación de haber hecho el rídiculo. Colgué el teléfono y di media vuelta. De repente noté como sobre mí empezaba a llover, y pensé en la ironía del momento, de cómo el cielo lloraba en mi lugar. Entonces note una mano agarrándome, haciéndome dar la vuelta y le vi delante de mi, tan guapo como lo recordaba, empapado por la lluvia y mirándome con aquellos ojos que tanto había echado de menos. Y de repente me besó, después de tres meses de noches en vela, de lágrimas y de dolor, me besó y me sentí la persona más feliz del mundo.

Y siguió lloviendo toda la noche, pero, si en aquel momento, el cielo lloraba, no eran lágrimas de tristeza, sino de alegría.

Aquella noche le veía más guapo que nunca. Quizás era el saber que probablemente sería la última oportunidad que tendría de bailar con él, de tomar algo con él, coger un metro de madrugada. Pero esa noche deseaba más que nunca sentirlo a mi lado.

Todo empezó como siempre. Primero unas cervezas, luego unas copas, y cuando estábamos ya animados decidimos brindar por aquella experiencia maravillosa. Y luego bailamos. Todos juntos, en parejas, solos, de tres en tres, dando gritos, saltos, riendo, llorando… Y recuerdo ese momento en el que deseé morir, cuando le vi bailando con ella, tan cerca, con tanta química, riéndose, agarrando su cintura. Recuerdo cuando me di la vuelta, y cerré los ojos con fuerza, evitando que las lágrimas salieran de mis ojos. Recuerdo como bajé las escaleras hacia el baño y me escondí en uno de los retretes, y como lloré. Oh Dios mío. Sentí que no le importaba, que todo lo que creía que podía haber pasado habían sido imaginaciones mías. Y entonces oí unas voces al otro lado de mi puerta.

- No, para, estate quieta. Estás borracha, no te enteras de nada – al momento reconocí su voz, con aquel dulce acento.

- Venga, no digas tonterías, sé que lo estás deseando… ¿O me vas a decir que te has acercado a bailar conmigo por que sí? – dijo ella; su voz sonaba totalmente artificial.

- No seas tonta! He bailado contigo por que eres mi amiga, estamos celebrando nuestra última noche de fiesta y quería pasármelo bien, eso es todo. Y ahora vete arriba a tomar el aire.

Oí unos pasos que se alejaban. No abrí la puerta. Me quedé allí, sentada sobre el retrete, tragándome todo el dolor que sentía y conteniendo las lágrimas. De repente, llamó a mi puerta.

- ¿Eres tú?

Era él. Esa voz. No dije nada, me quedé quieta, esperando a que el se convenciera de allí no había nadie. Hasta que oí como suspiraba.

- Sé que estás ahí. Así que, si no quieres abrirme, tendré que hablarte a través de una puerta. –hubo un momento de silencio en el que seguí callada- De acuerdo. He visto tu cara hace un momento. Cuando estábamos bailando. Y te he visto irte, y he querido venir para saber que te pasaba. Y sólo espero que estés triste por que mañana nos volvemos a casa. –volvió a hacer una pausa- Pero, de todas formas, quiero decirte algo. Y es que para mí, la mejor experiencia ha sido conocer a alguien tan especial como tú.

Abrí los ojos de par en par y me acerqué a la puerta apoyando mi cabeza en ella, escuchando atentamente.

- Este tiempo me ha servido para conocerte mejor, y nunca pensé que en sólo tres semanas fuera capaz de llegar a importarme tanto una persona. Cada vez que tú sonreías sentía que yo también debía sonreir, cada vez que nos sentábamos juntos y compartíamos la música sentía como si en el mundo sólo existiéramos tu y yo, cada noche cuando te ibas a acostar y te despedías de mi deseaba que la noche fuera eterna y que pudiéramos dormir el uno al lado del otro. Y sé que es ridículo, por que nos separan países y quilómetros, pero sé que no quiero perderte, no por lo que creas que hayas visto, por que creas que no siento nada por ti, por que, te juro que, en este momento, haría lo que fuera para que no llegara mañana y tener que decirte adiós.

Y lo dijo tan seguro, tan sincero, con tanta dulzura, con la voz cargada de sentimiento que al abrir la puerta, sólo pude lanzarme a sus brazos, y hundir mi cabeza en su pecho, y besarle hasta que se acabara la noche, e inhalar su perfume, y reír y llorar hasta el final, y saber que, por una noche, él y yo estuvimos juntos.

miércoles

Solamente una vez en la vida encontrarás a alguien que sea capaz de darle la vuelta a tu mundo. Le contarás cosas que no habías compartido con nadie, y escuchará todo, y estará dispuesta a más. Compartirás tus esperanzas de futuro, los sueños que nunca se cumplirán, las metas que no alcances y las desgracias que te ha dado la vida. Cuando algo maravilloso pase, no podrás esperar a contárselo, sabiendo que compartirá tu alegría. No se avergonzará de llorar cuando estés mal, o de reírse contigo cuando estés loco de alegría. Nunca te herirá tus sentimientos, ni te hará sentir que no eres suficiente, preferirá estar a tu lado y enseñarte las cosas que te hacen especial y maravilloso. Nunca habrá presión, celos o competición, sino una completa calma. Podrás ser tu mismo y no preocuparte de que pensará, pues te querrá por lo que eres. Las cosas que para la gente parezcan insignificantes como una nota, una canción o un paseo se convertirán en tesoros que guardarás en tu corazón para siempre. Los recuerdos de tu infancia volverán y te sentirás joven otra vez. Los colores parecerán más brillantes. Reírse será parte de la rutina diaria cuando antes era algo anormal o no existía. Una llamada o dos durante el día te ayudarán a superar una dura rutina de trabajo y harán que sonrías. En su presencia no habrá necesidad de hablar, y hallarás agradable el hecho de tenerle cerca. Las cosas que antes nunca te habían interesado se volverán fascinantes, porque sabrás que son importantes para esa persona tan especial para ti. Pensarás en ella en todo momento. Las cosas sencillas te recordarán a ella. Abrirás tu corazón sabiendo que hay una posibilidad de que se rompa algún día, y así, experimentarás un amor con lo que nunca habías soñado. Encontrarás que ser vulnerable es la única manera en la que tu corazón podrá permitirse sentirse realmente agradecido. Encontrarás la fuerza sabiendo que tienes un amigo verdadero y, posiblemente, un compañero del alma que te será leal hasta el final. La vida parecerá completamente diferente, excitante y maravillosa. Tu única esperanza y seguridad está en saber que forma parte de tu vida.

martes

Puede que no seas el primero, el último o el único. Pero si ya ha amado antes, puede que vuelva a hacerlo. Y si te quiere, ¿qué más importa? No es perfecta – tú tampoco lo eres- y puede que nunca seais perfectos el uno para el otro, pero si ella es capaz de hacerte reír, piénsatelo dos veces, y admite ser humano y cometer errores, abrázala y dale lo mejor de ti. Puede que no piense en ti cada segundo del día, pero te dará una parte de ella que sabe que puedes romper: su corazón. No la hieras, no intentes cambiarla, no la analices y no esperes más de lo que puede darte. Sonríe cuando te haga feliz, hazle saber que te vuelve loco, y échala de menos cuando ya no esté.

jueves

Acariciaba mi pelo lentamente, al tiempo que tarareaba nuestra canción. Cómo me gustaba aquella sensación. Sentía que mi cuerpo no estaba en la tierra, sino a miles de kilómetros por encima de ella. Sentía vibrar cada fibra de mi cuerpo a cada caricia que el me daba. Era mi sensación favorita. Y cuando se acercaba a mi oído, y con aquella preciosa voz me susurraba, oh, creía ser capaz de tocar el cielo con la punta de los dedos. Pero lo más bonito de todos eran sus besos. Los tiernos y vergonzosos en la mejilla, los dulces y románticos en los labios, o aquellos con los que conseguía hacer que me olvidara hasta de mi propio nombre. Y recuerdo perfectamente cada uno de sus besos. El primer beso, apasionado y reprimido durante tanto tiempo, y todos los que siguieron después. Cada uno diferente, cada uno mejor. Cada uno con más sentimiento que el anterior. Qué adicta me volví a aquellos labios, y cuánto echo de menos sentirlos sobre los míos.

sábado

Cuantas veces hemos deseado borrar un día, un instante, un momento, hasta un año de nuestras vidas, borrarlo todo y vaciar nuestra memoria. Cuantas veces deseamos volver a ser niños, vivir todo de nuevo, recuperar lo que se fue o dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Algunos simplemente no esperan nada del tiempo. Da lo mismo regresar o avanzar, simplemente renuncian a que el tiempo continúe su paso y se marchan con lágrimas y un largo adiós. Si deseáramos en algún momento perder completamente la memoria y plegarnos a la frase "comenzar de nuevo"... ¿cuántas cosas nos perderíamos? Perderíamos el calor del primer beso y la sensación de aquel amanecer que fue perfecto. La nostalgia por amores pasados y la inocencia con la que nos entregamos a lo desconocido esa primera vez. Quedarían atrás los amigos que iban a ser eternos, las cartas que nos hicieron llorar, la primera o última vez que vimos a un gran amor, los brazos más cálidos, el día que pensábamos que se iba a caer el mundo, el dolor más hermoso, la sonrisa más esperanzadora, el nacimiento del sentimiento más puro. ¿En realidad comenzamos una vida nueva o matamos otra llena de bellos recuerdos? Dejamos una vida y un presente que nos da infinitas oportunidades para soñar con un futuro perfecto que no existe o un pedazo de cielo donde no sabemos que nos espera.

miércoles

Cada vez que escuchaba esa canción las lágrimas inundaban mis ojos. Aquella canción que me arañaba el corazón, que me ponía los pelos de punta y que tantas veces habíamos escuchado, uno al lado del otro, dejándonos invadir por la letra y pensando que ocurriría. Cada vez que cerraba los ojos podía verle a mi lado, tan guapo como la primera vez que le conocí, haciendo que mis mejillas se tornasen rosas por la vergüenza, haciendo que mi corazón latiese a mil por hora, haciéndome sentir tan especial. Podía recordar todos los lunares de su cara, el número y el lugar exacto donde se encontraban. Sentía sus ojos mirándome, brillando como cuando uno está perdidamente enamorado. Incluso recordaba como pronunciaba mi nombre, con ese desparpajo y la gravedad de su voz. Era el sonido más bonito del mundo. Y tenía aquel perfume grabado en mi mente, como cuando se sentaba a mi lado, se apoyaba sobre mi, y aquel olor me embargaba y me hacía pensar en él.

Cada vez que escuchaba aquella canción notaba un pinchazo en el estómago: el sentimiento de saber que, probablemente, nunca le volvería a ver.

jueves

Podríamos empezar por mirarnos a los ojos durante horas, te juro que me encanta perderme en ellos y no encontrar el camino de vuelta. O si lo prefieres podría dibujar en mi mente una y mil veces tu cara, que me la conozco de memoria. Aunque, para serte sincera, preferiría cogerte la mano y no soltarla nunca, para así poder sentir el contacto de tu piel y saber que va a estar siempre ahí.


viernes

La primera vez que fui sola al cine sentía vergüenza. Veía a las parejas comprar su entrada, a los grupos de amigos riendo y comiendo palomitas; parecía que todo el mundo me miraba. La verdad es que ya lo he superado, siempre he sido una persona solitaria. Pero cuando apagan las luces y hay una escena que me emociona y lloro o una en la que me parto de risa, tengo la manía de mirar a mi lado, y una vez tras otra, siempre me encuentro el mismo paisaje desolador: un asiento vacío. Lo cierto es que si no compartes esos momentos , parece que no los hayas vivido.

miércoles

Había ensayado aquella situación millones de veces en mi cabeza. Y en todas yo salía ganando. Pero después de dos años, había olvidado lo débil que me volvía cuando él me miraba con esos ojos azules. Estaba más alto, incluso parecía ya un adulto, se había cortado el pelo, de forma que ya no le caía en bucles a ambos lados de la cara, estaba moreno, y sonreía. Pero había algo que no había cambiado: sus ojos. Eran tal y como los recordaba. Azules y pequeños, con forma de avellana, con sus largas pestañas y brillando de aquella forma tan especial. Y allí estaba yo, de la manera que nunca hubiera deseado que me viera: sola, con chándal, gafas y un moño mal hecho. Cuando le vi torcer la esquina, mi corazón se olvidó de latir durante unos segundos. Unos segundos en los que ambos nos miramos, entre sorprendidos y contentos, unos segundos en los que, todos aquellos recuerdos empezaron a volver a mi cabeza en tropel, a toda prisa, queriendo recordarme que seguían escondidos en algún lugar de mi corazón. Y cuando estuvimos el uno frente al otro, nada de aquello importó. No dijimos nada, y él siguió caminando, rozando su brazo contra el mío, haciendo que cada fibra de mi cuerpo temblase, dejando que aquel perfume me embriagase, dejándome paralizada, sin saber qué hacer o decir. Pero siguió caminando, no paró, no dijo nada, ninguna palabra que pudiera hacernos pensar que volveríamos a mirarnos como en aquellas tardes de verano, ninguna señal que me hiciese pensar que en aquellos ojos azules aún había un brillo que era para mí. Y caminó, sin parar, dejándome allí, sola, con el corazón hecho pedazos, con las lágrimas cayendo de mis ojos y rodando por mis mejillas, y con aquel sentimiento aún latente. Y me maldije a mí misma por no haber aprendido a dejar de quererle.

Querida Nonna,

Llevaba tiempo pensando en cómo empezar esta carta, buscando alguna manera especial y distinta que la distinguiera de las demás. Pero no la he encontrado. Así que simplemente me limitaré a contarte todo lo que está pasando.

Hace ya dos semanas que te fuiste, catorce días, catorce noches en las que al cerrar los ojos no hacía más que acordarme de el último día que te vi sin saber que ya nunca más volverías a reñirme, a corregirme, a reirte conmigo… Y aún no me acostumbro. Y sé que era lo mejor, por que tú no merecías seguir sufriendo, no merecías llevar una vida basada en médicos y preocupaciones. Pero soy egoísta, y me gustaría tanto que siguieras con nosotros.

Por que, después de pasar estos 19 años juntas, aún no sé como decirte adiós. Y quizás es porque no quiero aceptar el hecho de que, cuando entre en tu casa, no estarás sentada en tu butaca, con tu mantón echado sobre los hombros esperando recibir un beso. Y me duele, me duele mucho, pensar en todo lo que ya no vas a ver, las cosas que te vas a perder, las Navidades que no vamos a compartir, los primeros pasos de Vera, los cincuenta de Edi… Has compartido toda mi vida, eras un motor dentro de ella, y ahora mi energía no es capaz de recuperarse.

Y quiero decirte gracias, gracias por todo. Gracias por toda la sabiduría que me has dado, que nunca nadie llegará a superar; gracias por todas tus historias, por compartir tus recuerdos conmigo, fueran tristes o alegres; gracias por haber sido una abuela distinta, porque eras discreta, y siempre me guardabas los secretos. Pero sobre todo, gracias por lo que me has enseñado, gracias porque, gracias a ti, he aprendido algo que nunca olvidaré, y es las ganas de luchar. Tú has luchado toda tu vida contra todo, sabiendo que si lo hacías, conseguirías lo que querías. Y eso es lo más valioso que yo me llevo de ti, Nonna.

Así que, ahora, estés donde estés, allí arriba, espero que estés observándonos, y que te des cuenta el hueco que has dejado, y que nunca nadie sustituirá, y que nos cuides a todos, y que algún día, vengas, y te despidas, pero no con un “adiós”, sino con un “hasta luego”. Por que si dijera adiós, sería como borrar todos aquellos recuerdos que me has dado. Así que sólo cerraré los ojos y me acordaré de que compartiste algo conmigo, y que, aunque de una forma, no pueda, yo te estaré abrazando todas las noches, dándote un beso antes de irme a dormir, y, una vez más, agradeciéndote todo lo que has hecho por mi.

Te quiero muchísimo, y te echo mucho de menos,

Irene

sábado

Cuando a veces las hojas de papel y el lápiz con el que solías escribir dejan de ser útiles, es mejor explicar con tu propia voz la verdad que tanto tiempo habías escondido.

lunes

Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos… Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella…

Y dicen que hay un segundo amor, una persona que perderéis siempre. Alguien con naciste conectado, tan conectados que las fuerzas de la química escapan a la razón y os impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejaréis de intentarlo… Os rendiréis y buscaréis a esa otra persona que acabaréis encontrando.

Pero os aseguro que no pasaréis una sola noche, sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más… Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estabais leyendo esto, os ha venido su nombre a la cabeza.

Os libraréis de él o de ella, dejareis de sufrir, conseguiréis encontrar la paz (le sustituiréis por la calma), pero os aseguro que no pasará un día en que deseeis que estuviera aquí para perturbaros. Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.


Paulo Coelho

domingo

Siempre había querido escribir una bonita historia de amor, una de esas que no tiene final, una de esas en la que los protagonistas se enamoran perdidamente el uno del otro, comparte los momentos más especiales que una pareja puede compartir. Una de esas historias en las que los sentimientos son los protagonistas y que, pase lo que pase, nunca acaban mal. Y ahora me doy cuenta de que esa historia que siempre he querido escribir, es aquella que yo deseaba vivir. Es la historia que yo quería haber vivido con esos ojos azules.

Quería perderme en tu mirada para siempre, y no volver atrás nunca. Quería mirar tu cara cada mañana, despertarme y verla a mi lado, en paz, durmiendo, tranquilo, con la única preocupación de si yo estaría a tu lado cuando abrieras los ojos. Quería cogerte de la mano y que me prometieras que nunca me soltarías. Quería tenerte conmigo, siempre, a mi lado, y no separarnos nunca. Quería que todas aquellas palabras bonitas fueran para mí, y que ninguna fuera un reproche. Quería que tú me quisieras como yo te quise.

Y ahora me he dado cuenta de nunca va a existir una historia de amor, nunca voy a volver a ver esos ojos azules otra vez, nunca voy a volver a fantasear con que algún día llamarás a mi puerta y me dirás que por fin te has dado cuenta de que me quieres, nunca voy a volver a soñar que mi mano y la tuya se juntarían para siempre. Y es por que las historias de amor no tienen un final, son infinitas, eternas, siempre se recuerdan, de una manera u otra. Pero nuestra historia hace tiempo que tiempo que tuvo un final, y por eso sé que se ha acabado.

viernes

A veces pienso que lo hace adrede. Cuando digo que lo he olvidado, que ya no pienso en él, que no veo su sonrisa en todos lados, que no sueño con sus ojos azules, que no recuerdo una y otra vez en mi cabeza todo lo que pasó aquel verano… Vuelve a aparecer. Y, una vez más, vuelvo a ver esos ojos azules mirándome, tan preciosos como siempre, vuelvo a ver su sonrisa en mi cabeza y vuelvo a recordar una y otra vez los momentos que pasamos juntos. A veces pienso que nunca voy a poder olvidarle. Pero creo que es porque dicen que el primer amor nunca se olvida, y yo nunca olvido a una persona que me hizo tanto daño que desee borrarle para siempre de mi memoria. Nunca olvidas esos ojos azules.

lunes

El chico de los ojos azules ya no tiene cara. El chico de los ojos azules cerró hace tiempo los ojos. El chico de los ojos azules ya nunca habla. El chico de los ojos azules ha olvidado su nombre. El chico de los ojos azules ya no sonríe, ni se enfada, ni está triste. El chico de los ojos azules ha borrado su memoria. El chico de los ojos azules se ha hecho invisible. El chico de los ojos azules ya no anda por las calles. El chico de los ojos azules... Tenía los ojos más bonitos del mundo. Pero el chico de los ojos azules ya no quiere oír, ni ver, ni tocar... Hace tiempo que no se pasea a mi lado, hace tiempo que no me habla en sueños, hace tiempo que no usa su perfume.

La verdad, es que hace tiempo que el chico de los ojos azules ya no está en mi c o r a z ó n.

sábado

- Yo siempre voy a estar a tu lado, ¿sabes?


Sus ojos azules me miraron fijamente, con aquel brillo que los hacía tan especiales. Noté como mis ojos se empañaban y agaché la cabeza de forma que el pelo ocultó mi rostro. Él se posición frente a mí y me obligó a levantar la cabeza. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, no fui capaz de evitar la pregunta.


- ¿Es una promesa? -susurré.


Él sonrió y sacudió la cabeza. Se acercó a mí y me abrazó, rodeándome con su brazos.


- Es un pacto.

Los primeros rayos de sol me despertaron. Abrí los ojos lentamente y parpadeé al tiempo que recordaba que hacía allí. Miré a mi derecha y allí estaba él. Su pecho desnudo se tornó de un color tostado con la luz del sol, sus bucles parecían más dorados que nunca; su expresión era tranquila, en paz, y en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa. Me acurruqué a su lado y cerré los ojos, aspirando su olor, intentando recordarlo. Él se revolvió en sueños y comenzó a despertarse. Yo cerré los ojos, por miedo a que él hiciera como si aquella noche no hubiera existido. Pero no fue así. Acercó su rostro al mío y me besó. Tan dulce como siempre. Permanecí con los ojos cerrados mientras el acariciaba mi torso desnudo. El contacto con su mano aceleró mi pulso.


- No te puedes imaginar el tiempo que llevaba esperando este momento - dijo al tiempo que se acurrucaba a mi lado y me arropaba con sus brazos.

> Ahora que estás dormida, ahora que no puedes escucharme... quiero decirte que te quiero. Te quiero de verdad. Como nunca he querido y querré a nadie. Pensar que no puedo estar contigo me duele, y la simple idea de perderte hace que yo pierda la cabeza. Cuando me dijiste que estabas enamorada de mí, me asusté. Me asusté de lo que sentí en aquel momento, de las ganas de abrazarte, de besarte, de las ganas que tenía de quedarme a tu lado para siempre. Fue demasiado para mí. Pero he sido tan cobarde que durante estos dos años no he tenido la valentía de levantar el teléfono y llamarte, y decirte que no importan los kilómetros, que no importa nadie ni nada, ni las diferencias, ni las similitudes, que lo único que en esta vida me importa eres tú. Y siento tanto haberte hecho tanto daño... lo siento mucho....


Su voz se quebró y pude notar como las lágrimas secaban de sus ojos. Me besó en la frente y se quedó allí quieto, llorando en silencio, abrazado a mí. Poco a poco me fui acercando a su oído y, en voz muy baja le susurré.


- Ahora estás aquí y es lo único que importa.

jueves

Quería decirte que me encanta que, al levantarte, tu pelo esté totalmente alborotado, cómo la melena de un león; que me encanta cómo te estiras en la cama y das vueltas sobre las sábanas; que me encantan las manchas de café en tu camiseta y ese sabor a mantequilla de tu boca. Y me encantan tus ojos, mirándome, azules como siempre, desde primera hora de la mañana, dándome los buenos, días, más brillantes y despiertos, y luego más oscuros y cansados, cuando llega la hora de cerrarlos.

Y quería decirte que me encanta apoyar la cabeza en tu pecho, y oír como los latidos de tu corazón se aceleran, y cómo te sonrojas, y me miras, y te ríes. Y cuando me besas en la cabeza, protector y cariñoso... ahí es cuando más me gusta quererte.

domingo

Más rápido, más lento. Con calma, con fuerza. Arriba, abajo. No pares. Un beso, y otro, y y otro; infinitos. Una mirada. Una sonrisa. Y un abrazo. Manos que se cogen. Dos corazones latiendo enamorados.


Cuando la miró a los ojos supo que algo no iba bien.
- Dime, ¿qué te pasa?
Ella le miró y en sus ojos el pudo ver reflejado todo su miedo.
- ¿De qué tienes miedo? - le preguntó.
Ella se dio la vuelta pero él la abrazo y le beso la mejilla.
- Sabes que puedes contármelo...
Cuando ella se dio la vuelta, escondió la cabeza en su pecho. Él sonrió.
- ¿Quieres saber cuál es mi problema? -susurró ella.
- Por favor.
Tomó aire y le miro a los ojos.
- Que estoy asustada, que tengo miedo; siempre lo he tenido. Miedo a que me pase algo, miedo a perder a las personas a las que quiero, miedo a tropezar y hacerme daño, miedo a decepcionar a alguien, miedo a no ser fuerte, miedo a enamorarme, miedo a llorar, miedo a reír, miedo a equivocarme, miedo a no elegir bien, miedo a que un día el mundo se acabe y no haya hecho todo lo que tenía que hacer.
- Y ahora, ¿a qué tienes miedo?
- Tengo miedo a que nunca me quieras cómo yo te quiero, miedo a que te vayas y nunca te vuelva a ver, miedo a decirte esto y tú me tomes por una niña, miedo a que me rechaces, miedo a mirarte a los ojos, miedo a que me sueltes la mano y todo se esfume...
- No te preocupes; yo nunca te soltaré la mano.

viernes

Esa mañana me desperté con un mal sabor de boca; había dormido mal, y cuando levanté las persianas llovía. Y eso fue el comienzo del peor día del resto de mi vida. Sonó el teléfono, me pareció más bien que el demonio llamaba a mi puerta. Levanté el auricular y sólo oí un llanto quebrado, desgarrador, una señal que me hizo darme cuenta de que todo había terminado.


Nunca más volvería a ver aquella sonrisa en su rostro, nunca más volvería a besar aquellas mejillas, a revolver aquel cabello azabache, nunca más volvería a tumbarme a su lado y a quedarme mirándola hasta que ella me enseñase la lengua o intentase tirarme del pelo.


En sólo veinticuatro horas mi vida había cambiado. Había pasado de tener un buen comienzo de año, con mi familia, mis amigos, una vida tranquila, sin más preocupaciones que los exámenes... a de repente encontrarme con que miles de corazones se morían de dolor.


Ese día me dormí abrazada a mi almohada, húmeda, completamente empapada por mis lágrimas, y esa noche soñé con ella, soñé que me despertaba saltando sobre mí, que se tiraba sobre mí y que, con esa sonrisa, se despedía de mí para siempre, dejando ese hueco en mi corazón y diciéndome con la mirada: "Estaré siempre contigo".

Claudia, un ángel

Hoy, ha sido la primera vez en mis dieciocho años de vida que voy a un funeral. Y, ojalá no hubiera tenido que ir. Ha muerto un ángel, una sonrisa en mi vida, una lucecita pequeña, pero que brillaba con fuerza cada día, que nos hacía sonreír a todos, nos lleno de ilusiones, de amor y de felicidad. Se ha ido mi niña pequeña, con sólo un año y medio, con toda la vida por delante.

Y hoy, más que nunca en mi vida me pregunto, si Dios existe, ¿por qué hace esto? Llevarse a un bebé, una persona que no le había hecho mal a nadie, un soplo de felicidad para todo aquel que la viese sonreír.

Supongo que es fácil responder "Se la ha llevado a un sitio mejor"... Pero en mi cabeza no encuentro un lugar mejor que con su familia.

Hoy por primera vez en mi vida, he oído como mi corazón se ha roto en mil pedazos, he llorado hasta que mis ojos no han dado más de sí, y en mi cabeza, he recordado una y otra vez, todas las sonrisas que mi ángel me dedicó los seis meses que pasamos junto a ella.

Sólo quería despedirme de ella, decirle que la quiero muchísimo, y que este vacío que ha dejado en mi corazón nunca nadie podrá recomponerlo.

Gracias por todo, bolita, gracias por la magia que trajiste a mi vida.




Vas a estar siempre en mi corazón, Claudia

26111

martes

Hoy quiero pedir un deseo, no para mí, no. Quiero pedirle a Dios, a Ala, a Buda, o a cualquiera de esas divinidades en las que cualquier religión se apoya, que en estos momentos no nos deje tirados. Que toquen a esa niña, que la ayuden a seguir adelante, porque después de todo lo que ha pasado, merece vivir una vida tranquila con nosotros, su familia, aquellos que estuvimos esperándola durante cinco meses, con una foto como único apoyo, aquellos que la quisimos desde el momentos en el que supimos que la íbamos a tener a nuestro lado, aquellos que cada vez que ella sonríe sonreímos también. Por favor, no le hagais daño, esta vez, sólo por esta vez, haced que esa sonrisa vuelva a estar presente a lo largo de su vida.

jueves

El teatro estaba a rebosar. No había ni una sola butaca vacía. Un gran telón rojo se extendía a lo largo del escenario. De repente las luces se apagaron. Una melodía comenzó a sonar. Las teclas de un piano. Y de repente una voz comenzó a cantar.


"Every day is so wonderful, and suddenly, it's hard to breathe..."


Él levantó la cabeza y su corazón dio un vuelco. En mitad del escenario se encontraba ella. Sola. Con un micrófono en la mano.


Y estaba preciosa. Su pelo castaño le caía en bucles a ambos lados de la cara hasta el pecho. Estaba más alta y más delgada. Y seguía con aquella sonrisa dibujada en su cara, como el primer día.


No recordaba lo que sentía cada vez que la miraba. Sintió ganas de llorar, quizás por el tiempo que había pasado desde la última vez que la había mirado a sus ojos rasgados, quizás por la alegría de oír su voz cantando aquella canción.


Pero lo que más le asombró, fueron las ganas de levantarse, correr hacia a ella y abrazarla, y besarla, y no soltarla nunca. Susurrarle lo mucho que la quería, el tiempo que llevaba queriendo estar cerca de ella, oler su perfume, cogerle la mano, perderse en su sonrisa...


"I'm beautiful, no matter wat they say..."


Sí, era preciosa. La mujer más preciosa que había visto en toda su vida.

¿Sabes qué es lo peor de todo esto?
El recuerdo. Duele. Duele muchísimo. Está dentro de mí, arañándome, saliendo a recordarme que siempre estará conmigo. Y me hace llorar. De rabia, de dolor. Por no haber sido la persona que tú decidiste querer, por no haber conseguido que tú me quisieras tal y como yo soy.
Lo siento tanto...