"Para ti, que llegaste de repente y cambiaste el argumento de esta historia y el de mi vida."

martes

El frío de la noche se mezcló con las espirales de sensaciones que el alcohol me estaba provocando. Sentadas sobre un banco, charlábamos y nos reíamos de cosas sin sentido. De pronto, alguien me tapó los ojos. Toqué las manos del desconocido, intentando reconocerle. Y supe quien era. Retiré la venda de mis ojos y me giré. Y allí estaba, una vez más y como siempre: alto, esbelto, con una sonrisa de oreja a oreja, su pelo más corto y un poco más oscuro. Pero había algo que no había cambiado: sus ojos. Grandes y azules, brillantes y mirándome como aquellas tardes de verano.

Me levanté y di un paso atrás. Había olvidado lo mucho que le quería, lo mucho que me gustaba aquella sonrisa y aquellos ojos, lo mucho que había echado de menos estar cerca de él. Él, sin embargo, se acercó a mí y, sin dejar de sonreír, me abrazó.

- ¡Qué ganas tenía de verte! -dijo al tiempo que su mano me acariciaba el pelo.

Su voz sonaba efusiva, demasiado, y cuando me besó en la mejilla pude notar el olor a alcohol. Se separó un poco de mí, pero agarró mis manos, con fuerza. Yo no era capaz de mirarle a los ojos.

- ¡Ey! ¿Qué te pasa?¿Estás bien? O me vas a decir que no tenías ganas de verme...

Compuse una sonrisa forzada y solté sus manos. Pero él agarró mi cara y, de repente, me besó. Cerré los ojos, sorprendida, enamorada, ilusionada... Pero al darme cuenta de lo que me estaba pasando, me separé de él y eché a andar hacia el lado contrario.

- ¡Irene, oye, qué haces!

Aceleré el paso pero él, claramente más rápido me alcanzó.

- Oye, no te entiendo, dijiste que me querías, que estabas enamorada de mí, y ahora ¿te rajas?

Estaba temblando. No sabía que hacer, si ignorarle o explicárselo. Estaba entre la espada y la pared.

- Joder, ¿quieres por lo menos mirarme a la cara?

Me giré y, después de un año, le miré a los ojos.

- ¡Es que eres imbécil! Joder, has bebido, no sabes lo que haces y mañana cuando te despiertes ni siquiera recordarás haberme visto... No puedes pretender que después de lo que siento me dejé utilizar de esta manera. No quiero entrar en este juego, no quiero seguir sufriendo.

Le di la espalda y seguí caminando. Pero él me agarró la mano y me hizo mirarle.

- Escúchame: no te he besado porque esté borracho. Te he besado por que, joder, estaba deseando hacerlo, porque me moría de ganas de verte y no sabía qué hacer para decírtelo; llevo mucho tiempo esperando este momento, creeme.

- No digas eso. No es verdad. Estás diciendo esto porque únicamente necesitas una tía a la que tomarle el pelo, alguien que te consuele esta noche. Pero sabes, estoy harta. Y aunque me estoy muriendo de ganas de que vuelvas a besarme, aunque desearía con todo mi corazón que esto que me acabas de decir fuera verdad, no lo es. Y no puedes jugar conmigo, no es justo.

Se quedó callado, mirándome. Pude leer la vergüenza en sus ojos.

- Te juro que te quiero, Irene.

Se me empañaron los ojos.

- Me quieres esta noche, mañana te habrás olvidado de mi nombre.

domingo

Llevo casi un año pensando en cual sería la mejor forma de despedirme del 2010. Casi 12 meses, 52 semanas y 365 días. Y he dedicado al menos una hora de cada día de este 2010 a intentar imaginar otro año sin ti. Otro comienzo de año sin recibir un 'Feliz año', otra comienzo sabiendo que no voy a volver a ver esos rizos dorados, esa sonrisa que hacía que mi respiración se cortase; otro comienzo de año sabiendo que nunca me vas a volver a mirar con tus ojos azules. Cada día he sentido un pinchazo en el corazón por culpa de esos recuerdos, he derramado lágrimas, he querido borrarte, he intentado odiarte, y he llegado incluso a pensar en irme lejos. Pero ninguna de esas cosas han hecho que deje de quererte. Así que comenzaré otro año más, en mi casa, con mis doce lacasitos, mi familia gritando y felicitando el año, y yo miraré por la ventana al primer minuto del día uno de enero de este año que viene, y volveré a pedir despertarme a tu lado, oliendo tu perfume, con tus brazos rodeándome y susurrándome con esa voz que hacía que mi piel se erizara: "Tranquila, ahora ya soy todo tuyo".

Querido Santa Claus:

Como este año me he portado muy bien, me gustaría pedir algunas cosas para mis seres queridos, que en estas fechas también se lo merecen.
En primer lugar quiero que, mi hermana, Alba, le traigas un poquito de buen humor, por que siempre está de morros, y en Navidad nadie puede estar de morros. Para mi padre me gustaría un soplo de suerte, y confianza, mucha confianza; ambas cosas le ayudarán. Para mi abuela, la que está ahí aunque parezca que no, quiero que se vuelva a sentir joven, y que esté a nuestro lado mucho más tiempo. También quisiera pedirte algo para Natalia, mi hermana aunque no lo sea, la que siempre ha estado ahí, hasta cuando no podía darme un abrazo: quiero que le traigas a alguien que la haga feliz, que se enamore perdidamente de ella, que le haga el amor y ella sonría, y se sienta feliz, alguien que la trate como a una reina, que le susurre palabras bonitas y que esté siempre a su lado cuando todo acabe. Por último, quiero pedirte algo para la que, quizás, es la persona más importante en mi vida. Una persona que me ha dado la vida, me ha ayudado a crecer, como persona, física y moralmente, que siempre me ha aconsejado y siempre ha querido lo mejor para mí; una persona que, por encima de todos mis errores, infinitos, me querrá siempre. Mi madre, esa mujer fuerte, guapa y mágica, una persona que siempre te hace ver el lado positivo, la que siempre me anima a seguir con mi sueño, la que no me ha fallado, nunca, la que, cuando estoy enferma, me arropa y me hace sopas calientes, y que, cuando me vuelvo a sentir una niña pequeña, me abraza y me besa en la frente. Para ella sólo pido una cosa: que todo le salga bien. Todo. Que sea feliz, siempre, que nunca se apague su sonrisa, que sus ojos nunca se cierren, y que sus lágrimas sean siempre de alegría. Y quiero que le regales un armario lleno de ropa, para que así tenga siempre algo nuevo que llevar, que yo sé que a ella le gusta.
Por último, y cómo tú eres mágico, y puedes con todo, aquí van algunas de las cosas que quiero. Me gustaría, lo primero de todo, seguir sonriendo siempre, aunque las cosas vayan mal, aunque el mundo se esté derrumbando, no perder nunca la sonrisa, por que es lo más importante. Quiero ir a Londres, por favor, es el único viaje que llevo deseando desde que tengo memoria. Quisiera un gran árbol de Navidad, de dos metros o aún más grande, llenas de bolas verdes, azules, rojas, doradas... Lleno de luces de colores y en la punta, una gran estrella dorada; además, quiero que huela a invierno, y que esté nevado. Otra cosa que me gustaría es un vestido de fiesta, rojo, un largo vestido de color rojo, con unos preciosos zapatos negros, elegantes, pero bonitos.
Además de esto, te pido una última cosa, por favor. Quiero conseguir mi sueño. Quiero acabar mi carrera con buenas notas y quiero dirigir mis propias películas, quiero que la gente vea mi talento, quiero vibrar con los rodajes, quiero cortar las escenas por un fallo en el diálogo, quiero que me inviten a la gala de los Goya, del Festival de San Sebastián, de los premios del Cine Europeo y de los Óscars. Quiero conseguir mi sueño, quiero ser directora de cine, por favor.
Gracias, Santa Claus, sé que son muchas cosas, y difíciles, pero también sé que tú podrás conseguirlo.

Feliz Navidad

Irene

miércoles

Había experimentado toda clase de sentimientos hacia él: amor, ira, lástima, angustia, melancolía, felicidad... Pero nunca esto. Ese sentimiento de que ya nada importa, de que todo da igual, de que sabes que, hagas lo que hagas y pase lo que pase, nunca le vas a olvidar. Por que es imposible borrar a alguien que se ha grabado a fuego en tu corazón. Es imposible olvidar las caricias, las miradas, las sonrisas, los momentos compartidos, los abrazos, los besos... Es imposible olvidar a tu primer amor. Por eso ya nada importa, todo me da igual. Sé que lo ha de pasar pasará, y lo que no, no. Mientras tanto seguiré aquí, esperando, quizás otro año más, o quizás no. Tal vez, el día que el destino quiero que nos encontremos, sea capaz de mirarle a esos ojos azules y, por fin, decirle: "Ahora ya no te quiero".